Un amigo mío me dio una vez un consejo.
-Si alguna vez piensas en suicidarte, córtate el cuello.
Se aferraba a su botella de vodka finlandés mientras preparaba otro par de rayas ayudándose del carnet de conducir. Sus palabras despertaron en mí una gran curiosidad.
-¿Y eso por qué?-le miraba fijamente, clavando mis dos ojos verdes en él.
-Es la muerte perfecta tío. ¿No te das cuenta? Si no te mueres asfixiado, tu corazón se queda sin sangre. Si intentan reanimarte, es demasiado difícil reparar una tráquea rajada a tiempo.
-¿Y no sería mejor una pistola en la sien? ¿O un navajazo en el pecho?-me encogí de hombros.-Es más instantáneo. Sufres menos.
Nicolai negó con la cabeza, chasqueando la lengua. Antes de contestarme, por el orificio derecho de su nariz se introdujeron infinidad de partículas blanquecinas.
-Ville, Ville, ¿cómo puedes ser tan ingenuo?-me miró sonriendo.-Si decides morirte al instante, nunca podrás decirle que le quieres por última vez.
***
-No puedo seguir con esto.-me dijo Liliana con ojos llorosos.-No puedo ayudarte.
Sentí en ese momento como todo se desmoronaba a mi alrededor. Sentí como si el aire se detuviese y no pudiese respirar. Sentí como si mi vida, mi alma destrozada, mi corazón desgarrado, no tuviesen ningún tipo de valor.
-Hay 3 personas en este mundo a las que quiero más que a mi propia vida.-murmuró una voz rota que salía de mi garganta.-Y tú eres una de ellas.
Lloré, lloré hasta que se me secaron los ojos, y lo único que podía aliviar mi dolor era gemir con fuerza. Recogí con ambas manos los pedacitos rotos de mi pequeño y frágil mundo y acerqué al cuello el más afilado. Noté que mi yugular latía contra el filo. Todavía estás vivo, Ville. Todo depende de una respuesta. Cierra fuerte los ojos y clávala con fuerza.
Si decides morirte al instante, nunca podrás decirle que le quieres por última vez.