Mostrando entradas con la etiqueta nostalgia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta nostalgia. Mostrar todas las entradas

viernes, 20 de agosto de 2010

El camino

Abro los ojos lentamente. Agua, tan solo agua a mi alrededor. De repente, la veo a ella, acercándose a mí, nadando. Su melena pelirroja ondula con el agua, haciéndola parecer una ninfa, una sirena acaso. Se acerca a mí, completamente desnuda, y me acaricia los labios con un dedo. Ya no siento cansancio, a pensar de que me pesa la ropa; ni fatiga, a pesar de no poder respirar. Mi mente grita su nombre una y otra vez, intentando expresar mi sorpresa. Tras tantos años sin verla, seguía siendo igual de bella que cuando la dejé. Ladeó la cabeza, como si estuviese comprendiendo a la perfección mis pensamientos. Colocó ambas manos en su escote, y, tal si fuese una camisa, las apartó, mostrándome sus costillas carcomidas y pulidas por el agua. Tras ellas no había absolutamente nada, un enorme vacio. Intento tocarlo, buscar entre aquella carne muerta su corazón, notarlo latir, pero ella se aleja nadando, sin dejar de mirarme. Se ríe, dejando tras de sí un rastro de burbujas, y comienza a mover las piernas, dirigiéndose a la superficie. La sigo, sintiendo cómo la ropa me empuja hacia abajo. Hago semicírculos con los brazos, pero siento como si estuviese cada vez más lejos. Ella se ha ido, la he perdido de nuevo. ¿Por qué luchar? ¿Por qué ir hacia arriba y no dejarme caer hacia abajo? ¿Por qué seguir ese camino...?

De repente aparezco tirado en el suelo. Entreabro la boca, inspirando profundamente, gimiendo con fuerza al hacerlo. Me levanto, no sin esfuerzo, intentando adivinar dónde me encuentro. Un cuarto oscuro, con las persianas entreabiertas. Un piano en una esquina. Juraría que lo conozco. La marca, la madera desgastada. Es mío. Estoy en mi casa. Me acerco instintivamente al instrumento, notando algo extraño en él. Encima de las teclas, reluce una leve chispita dorada. La tomo entre mis manos.

-¿Qué es esto?-musito extrañado.

-¿Has perdido tus facultades, Ville?-una voz conocida, cercana, dulce, susurra en mi oído.

Poco a poco, la sensación de placer que ese sonido transmite a mi piel va cogiendo una forma antropomorfa. Christine me mira con ternura a los ojos, sonriendo como nunca antes la había visto sonreír.

-Es una brújula. Te dice cuál es el camino que debes seguir.

La miro de nuevo. En efecto, la madera que la envuelve y la flecha dorada indican que lo es. Christine coloca un dedo justo en el centro, un breve espacio de tiempo. Al hacerlo, la flecha se desboca y comienza a girar rápidamente. La sigo con los ojos, sorprendido.

-¿Hacia quién me va a llevar esto?

-Dirás hacia dónde.-responde Christine, acostada desnuda encima de las teclas del piano, riendo.

-Eso quiere decir que llegaré al final solo, ¿cierto?

-Quizás. O quizás no.-ladeo la cabeza para mirarme.

-¿Esto me va a llevar a tu lado?-susurro.

-Puede.-se sienta encima del piano elegantemente, sin provocar sonido en las teclas.

La flecha sigue oscilando salvajemente, clavándose en mi mirar que la sigue con ansiedad. Comienza a soplar un leve viento, que hace ondear el cabello de Chistine. Mis manos comienzan a temblar, peligrando la brújula. Cierro los ojos con fuerza.

-¡¿Por qué esto no se para?!-chillo.

Aquel metal dorado me obedece, deteniéndose en seco. Miro hacia dónde señala, con nerviosismo. Justo en medio y medio de mi pecho reluce la punta afilada.

-¿P...Por qué me señala a mí?

Christine aparece apoyada en mi hombro, etérea, grácil, desnuda, susurrando en mi oído con su dulce voz.

-Quizás quiere decir que sigas a tu corazón.-se desvanece, dejando un leve rastro de humo, que danza por la habitación.

-He seguido a mi corazón toda mi vida, y siempre me he equivocado.

-Entonces...-se sitúa enfrente de mí.-probablemente quiera indicarte que te preocupes un poco más por ti mismo y dejes de depender de los demás.-coloca dos dedos bajo mi barbilla, haciendo que estire el cuello y le enseñe la herida, la cuál abre con sus uñas afiladas, con un solo arañazo.

Hago un ademán de dolor, llevándome ambas manos al cuello, y junto a ellas la brújula. Al separarlas me doy cuenta de que no estoy sangrando. Christine se ríe, y su risa, aunque suave, provoca un misterioso eco en mis oídos. El humo se acerca a mí con rapidez, haciendo que aparezca, corpórea, rodeando mi cuello con sus brazos.

-Sabes que no soportaría perderte.-susurró con angustia, cerca de mi rostro.

-Pero también que yo no soportaba la idea de perderle a él.

-No te merece.-niega, con rabia.

Se separa un poco, soltándome. Endulza el tono de voz, posando una mano en mi pecho, haciendo presión con dos de sus dedos, como para sentir mejor los latidos que emanaba.

-Deja que tu corazón se detenga por sí solo. Mientras tanto, sigue la brújula. Ella te indicará cuál es el camino correcto-me besa en la frente muy suavemente. Posa la otra mano en el otro lado del pecho. Cierro los ojos.

El camino correcto...-susurro, antes de abrir los ojos

Miro a ambos lados de la cama. Solamente me acompaña el regusto azul de sus besos. Y el rumor del agua.

 [Photos taken in Deviantart]

miércoles, 11 de agosto de 2010

Nightmares

Flashes
Luces, putas luces, me ciegan
Pierdo la respiración, me cuesta coger aire.
¿Dónde estoy? Abro los ojos
Agua, me envuelve, me ahoga.
Intento moverme, se me agotan las fuerzas.
Me dejo caer, como si fuese una piedra, un ser inerte.
Y entonces la veo a ella.

¡¡Christine!!
Escucho mi voz chillar, mas mi garganta no produce ningún sonido
Solo me alivia el dolor la tensión de mis músculos
Quiero ir hacia ella, pero cada vez me siento más débil
Hago un esfuerzo, muevo los brazos, las piernas, me pongo tenso
Y vuelvo a gritar.
No me oye, no responde, no respira.
Se hunde. ¡No te hundas!
Extiendo el brazo, quiero salvarla, sigo gritando.
Veo que todo es inútil, me aferro a un clavo ardiendo.
No puedo perderla, otra vez no. 
Es entonces cuando yo mismo dejo de ejercer control
sobre mi cuerpo. 
Al coger aire, mi pecho no se mueve. 
Convulsiona.
Mi mano tiembla al ver cómo se hunde. 
Todo lo que he amado se aleja. 
No llores, Ville. 
Ni siquiera respires.

Lo has perdido todo, atrapado en el mundo de los sueños.
Como lo perdiste en el mundo real.


[Photo own by fyrespryte from Deviantart]

"Acuéstate en el fango y te despertarás en la mierda"

Me murmuro a mí mismo esas palabras mientras hago un esfuerzo por levantarme de la cama. Mis ojos carcomidos por las legañas se esfuerzan en no dejarme averiguar la hora que es, cegados por la luz de la lámpara de mi mesita. Las 11 y media. Medianoche se acerca. Siempre se suele decir que es de noche cuando las más asquerosas criaturas, engendros, desechos de la sociedad, escoria salen a las calles y se regocijan en su dolor. La prueba de eso es que yo trabajo a esa hora.

Enciendo un pitillo, saliendo de las sombras un breve instante. Me siento en la cama, en ropa interior. Siento la cabeza que me estalla, las sienes que me laten, y ese maldito reloj no ayuda. Clavo los ojos en él con odio. Maldigo el vodka, la nostalgia y las cortas, cortísimas faldas de Aileen. Quizás por eso mi corazón late ahora tan fuerte.

Una camisa blanca comienza a cubrir mis débiles costillas, mi piel frágil, mi esternón de cristal. Alejan las miradas acusadoras de mi cuerpo desnudo. Ángeles de la noche, princesas custodias de mis rotos sueños de marfil, mis musas. Solo ellas tuvieron la oportunidad de acariciar mi cuerpo, y ni siquiera pudieron acariciar todavía mi alma. Muro infranqueable de paredes gruesas, algún día harás como el roble del proverbio oriental al que le sopla el vendaval, y te derrumbarás, dejando que puedan entrar dentro y curiosear. Y herir.

"La taberna del inglés" reza el letrero de mi lugar de trabajo. Así es, un bar de mala muerte, de strippers y prostitutas, de músicos acabados, de yonkis hartos de la vida, de sicarios y asesinos. Mi bar. Me acerco a la barra, aguantando entre mis manos unas partituras, algo tembloroso. Aleen me mira fijamente, apoyando sus enhiestos senos en ella, fumando un cigarrillo, esperando que acabe pronto la noche. Al verme, quizás son imaginaciones de mi mente por falta de sueño, pero sus ojos negros se iluminan salvajemente.

-Hola, Ville.-su voz suena entusiasmada y sensual.-¿Un vozka finlandés, como siempre?

-Supongo que sí. Por no perder la costumbre.

El líquido amarronado, con reflejos ambarinos, titila en el vaso como si fuese oro. Oro que acabará convertido en vómito en cuanto llegue a casa. O quizás danzará con mi sangre, arrasando con toda plaqueta y atontando todo glóbulo. Sí, creo que necesito un trago.

-¿Y esas partituras?-la voz de Aileen suena curiosa.-¿Has compuesto algo nuevo?

-Que va, nena. Es la misma mierda de siempre.

-No es una mierda Ville, te lo he dicho.-me entrega el vaso, colocándolo en línea con su escote.

-Si tú lo dices.-murmuro. No tengo ganas de discutir. Bebo todo el contenido del vaso de un trago. Hago una leve mueca al tomarlo. Entra como fuego en el estómago.

El otro pianista del bar termina su repetitiva canción, dejando tras de sí un mar de ovaciones. Lo miro con desprecio. Cada vez que me encuentro con él, sale de dentro de mí el espíritu competitivo que me hace revalorizarme un poco más. Escupo en el suelo.

-Me toca.-murmuro, levantándome de la banqueta.

-Ville, si necesitas inspiración para esta noche...He comprado champagne de rosas. Me han dicho que sube de perlas.

-Vale, cielo, lo tendré en cuenta.-le doy un leve beso en la boca antes de encaminarme al escenario.

Miradas de envidia, miradas de expectación, observan como una figura lánguida y extremadamente delgada, embutida en una americana negra, se coloca elegantemente frente al piano, a la vez su mayor y su peor enemigo, y comienza a tocar.

Acuéstate en el fango, Ville, y despertarás en la mierda.