viernes, 10 de diciembre de 2010

Hasta que la muerte nos una

Desde la cima del acantilado, las rocas más cercanas al mar parecían todavía más amenazadoras. Observé inerte cómo los vecinos de los alrededores, a la par que unos agentes de policía, extraen del mar el cuerpo sin vida de una mujer. Vestida con un vestido largo de novia, salido del más ostentoso ajuar, empapado por el dolor y la amargura, por la rabia. Su largo cabello, entremezclado con las algas, acaricia la superficie del agua, con muchísima delicadeza, liviano, como una pluma. Como Venus tallada en mármol, emergiendo de la espuma del océano, yace frágil entre los rudos brazos de tres o cuatro hombres robustos con pinta de marineros, sorprendidos, al igual que el resto de curiosos, mirones, escoria, que se empujan mutuamente con una morbosidad mitómana. En un suspiro, una décima de segundo quizás, su rostro inerte se entornó hacia mí y pude ver sus ojos; vidriosos, inertes, entornados hacia el cielo. Fue entonces cuando la sentí detrás de mí. Me giré, para poder contemplar su cabello pelirrojo completamente mojado. Por un segundo nos miramos a los ojos sin decir nada. Vi los suyos llenos de lágrimas por primera vez, vidriosos, azules como el mar que le había quitado la vida. Nos mantuvimos en silencio, solamente escuchando el sonido de las olas golpear contra la costa, peligrando el cadáver y a los que intentaban rescatarlo de la fiereza del océano. Apreté los labios con impotencia, antes de arrancar unas palabras rotas:




-¿Cómo pudiste, Christine?

-Veo que tu amiguita la medium te lo ha contado.-dijo. Y era cierto. Una de mis musas, Nora, se dedicaba a esos tinglados. Había contactado con Christine a mis espaldas, aunque posteriormente me lo confesase. A la par que la horrible tragedia. 

-¿Cómo pudiste?-repetí, alzando la voz.

-Me habías abandonado.-respondió, acercándose a mí un par de pasos.-Te habías ido como un fantasma, me dejaste sola.

-Yo...no quería... Sabías que tenía que irme de Helsinki. Mi hermana había muerto por mi culpa.-me señalé, golpeando mi esternón con las yemas de los dedos, como queriendo quebrarlo.

-Me prometiste que nos casaríamos, Ville. Que podríamos compartir apellido, y casa, y corazón.-prosiguió, mostrándose indignada.

-Christine...-intenté buscar en vano las palabras para excusarme.

-Aquella mañana me había comprado un vestido de novia en una tienda del centro. Me había gastado todos mis ahorros en él.-tomó entre sus manos carcomidas por los peces las puntas del vestido, alzándolo para que lo viese.

Volví a morderme los labios. Cerré fuerte los ojos. No quera seguir oyéndola, me mataba por dentro, me devoraban sus palabras.

-Fui al bar para buscarte al día siguiente, y no estabas allí. Me dijeron que te habías ido para no volver.-comenzó a llorar, como si toda el agua que había tragado la expulsase por los ojos.-Me pasé el día llorando. Poco me costó decidir lo que iba a hacer...

-¡¡Si todavía me quieres aunque sea un poco, cállate la puta boca!!-chillé completamente desquiciado. Las lágrimas corrían por mis mejillas, escapando de mis rudas palabras.

Christine se mordió las uñas, disgustada. Sí, aquella era la manera de la que lo hacía, pinzando entre sus dientes la cara más sobresaliente de la uña, para arrancarla de cuajo. Las pielecillas de alrededor venían después, las cuales sólo mordisqueaba para ir recortando la periferia de la uña. Mis labios comenzaron a temblar. No pude evitar tomarla muy delicadamente en brazos, mientras se iba deshaciendo en lágrimas. Acaricié su cabello envuelto por el agua, susurrándole lo muchísimo que la quería. Shh, no llores más, mi vida, le decía, reiteraba, repetía, en voz muy bajita, trémula. Ella alzó de nuevo la mirada, para esconderla posteriormente bajo sus párpados, mientras escuchaba el rumor de mi corazón, el cual parecía entrar en perfecta sinfonía con las olas sosegadas, melancólicas, tristes.

-Pero estaré contigo siempre.-recalcó.-En tu mente, dentro, muy dentro. Vives para mí como yo he muerto por ti. Estaremos siempre juntos.-esbozó una leve sonrisa. Me tomó de la mano, engarzó mis dedos entre los suyos, como si fuesen las argollas de una cadena.-Hasta que la muerte nos una.




[Photo taken of DA]

2 comentarios:

  1. Me conmovió hasta las lágrimas, querido mío.Ahora entiendo mejor tu obseción por ella. Creo que jamás amarás a nadie como a Christine. Esta clase de amor jamás se extingue. Ella vive y vivirá siempre muy dentro de tí, y la envidio por eso.

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  2. oo.. es una historia linda pro tirste!! espero q algun dia se encuetren ville... en vdd lo deseo! muy conmovedor como dijo Lucy

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