lunes, 23 de agosto de 2010

El País de Nunca Jamás

-Uf, uf, arf…Coño…



-¡Dios! ¡Dios…ah…! Ah…ah…



-Ya…ya…casi…



-Aguanta un minutito mi a…mi amor.



-Arf…arf…a… ¡Ah! ...¡Ah!…



-¡Ahhh…sí…!



-¡¡Joder!!



Echo la cabeza hacia atrás, abriendo los brazos. Anne se baja de encima de mí para acostarse a mi lado. Me envuelve con sus brazos para poder sentir mis entrecortados y agitados jadeos, los cuales se escapan por mis labios. Una de mis manos la coloco en su cadera; la otra, se extiende hacia la mesita para intentar alcanzar el tabaco y el mechero.



-¿Siempre blasfemas tanto al follar?-me preguntó, riendo levemente.



-Seh.-coloco un cigarro en la boca, mientras lo enciendo.-Ya casi es costumbre.



-Espero que no pienses esas cosas de mi madre.-me abrazó con fuerza.



-Por eso tranquila.-río entrecortadamente, dejando salir el humo.



Permanecemos un rato en silencio. Me mata pensar que dentro de unas horas tengo que ir al bar a trabajar, tras una mañana agotadora de cajero en un supermercado de mala muerte. Bufo asqueado solo con recordarlo. Miro por el ventanal de mi habitación, ladeando la cabeza. El sol se pone, y los reflejos del sol hacen que la melena de Anne sea oro bruñido descansando sobre mi almohada. El éxtasis del sexo va aminorando, las notas desaparecen de mi mente paulatinamente y comienzo a calmar mi respiración. Ella me besa suavemente en la mejilla, intentando llamar mi atención. La miro, con un leve brillo en los ojos.



-A veces desearía que esta tarde no se acabase nunca.-susurro, como hablando conmigo mismo.



-No tiene por qué acabarse todavía.-me sonrió.



Me arrimé más a ella, sintiendo su piel contra la mía.



-Algún día-afirmé.-nos iremos de este nido de ratas.



-Podríamos ir a Finlandia.-propuso, acariciando mis costados.



En cuanto mencionó aquel lugar, me torné pálido.



-No.-repuse.-Tenemos que irnos más lejos. Lejos, lejos de todo.



-Al País de Nunca Jamás.-susurró ella, en un impulso infantil, deslizando sus dedos por mi mejilla.



Quizás en aquel momento, el síndrome de Peter Pan arraigó dentro de mí por primera y última vez.



-Sería perfecto. No envejeceríamos, seríamos siempre jóvenes.-acaricié sus labios con mi mirada.-Y nunca moriríamos. Podríamos estar solos, juntos, alejados del puto mundo. No preocuparnos por nada más que de comer, follar y amarnos.-suspiré.



-Algún día iremos, Ville. Algún día.



Me besó en los labios, muy cálidamente. Le seguí el beso, cerrando los ojos. Recapacité sobre todo lo que habíamos hablado. ¿Cómo podía codiciar un lugar que no existía, que solo era factible en los cuentos? No eres un niño, Ville, deja de fantasear. Las sensaciones azules que sentía me recordaban que quizás aquel país ficticio residía más cerca de mí de lo que podría imaginarme.



Residía entre nuestras sábanas.
[Fotografía cortesía de Anne Standford]

2 comentarios:

  1. Oh dios mio, sabes que aqui estaré siempre...y nuestro pequeño País de Nunca Jamás...esta cerca, muy cerca.

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  2. Lucía, tu admiradora secreta25 de agosto de 2010, 11:06

    Oh, Ville, si pudiéramos ir juntos , tu y yo a ese País de Nunca Jamás..., pero eso es imposible , por ahora para mí. Debo seguir sendo Wendy la adulta, mas tiempo de lo que quisiera.

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