lunes, 16 de agosto de 2010

Silmäsi

“¿Dónde estoy?” masculla una voz en mi cabeza, mientras mis párpados se entreabren. La luz del sol que entra por las persianas parece arañar mis ojos verdes. Me incorporo, con dificultad, intentando arrojar algo de claridad en los nubarrones de mi mente. Siento todavía una dulce opresión en el pecho, un feble calor, como si alguien recostase la cabeza encima. Volvieron a mí aquellas notas, y con ellas los recuerdos.
                                                          ***
Sí, recordé la noche anterior en el bar. Como para no hacerlo, teniendo todavía presentes aquellos ojos azules que me observaban con expectación desde el público. En el momento en el que los vi, sentí que debía dejar desbordar toda la pasión que albergaban mis dedos, que debía dejarles entrever mi alma desnuda aunque no llegasen a comprender el significado de cada una de las heridas. Simplemente dejar que las viese, que supiese que están ahí y que las exhibo sin pudor; quizás hasta permitiría que las acariciase suavemente con su cerúleo esplendor. Provoqué en ellos una emoción tal, que por poco estallan en lágrimas.

Tras bajar del escenario, poco tardó en acercarse a mí. Aferrándome a mi copa, charlamos durante un rato. Sus labios disparaban preguntas sedientas de curiosidad sobre mis canciones. Apenas respondí unas cuantas, rehusando introducir aquel alma tan limpia en un mundo tan corrupto. Corrieron por la barra un par de copas más. Ninguno de los dos acabamos borrachos, a no ser de una fuerte atracción el uno por el otro. Le cogí de la mano con fuerza y la acerqué a mi pecho, mientras nos fundíamos en un apasionado beso que todo el bar contempló atónito. Unas leves notas resonaban en mi cabeza, agitadas como los latidos de mi corazón. En cuanto separé los labios para coger aire, me condujo hasta su casa, bajo en influjo de sus ojos. 

Hacía tantísimo tiempo que no yacía entre los brazos de un hombre, que ni siquiera recordaba lo bello que era. Son a la vez tan fuertes y dominantes, como frágiles y dulces. Me empujó para que me sentase en una silla mientras me desabrochaba en mi regazo los botones de la camisa, poco a poco, confesándome sentir mi respiración entre sus dedos. Sonreí, le besé hasta casi dolerme los labios, conduciéndolo hasta la cama. Allí, completamente desnudos, bajo la feble luz de una lámpara, pude volver a experimentar todas aquellas sensaciones que tanto tiempo llevaban escondidas para mí. Al rozar su miembro contra mi cuerpo, se desató en mi sinestésica mente una hermosísima sinfonía, que llevaban por ritmo aquel que él me marcaba. La calma reinó en nuestro paraíso sensorial y mi canción se detuvo sufriendo una leve cadencia. Apoyó la cabeza encima de mis costillas, repitiéndome lo que adoraba escuchar el latir de mi corazón. Poco después me quedé dormido, entre las caricias de sus manos y la suave música que sonaba contra mis sienes.


                                                                ***
Me levanté de la cama y me dirigí automáticamente a la cocina, tras haberme puesto unos calzoncillos. Intenté buscar aquella mirada sin resultado. El único rastro que había de él era una nota sobre la encimera. 

Te dejo el café hecho. Me tengo que ir a trabajar. 
Que duermas bien.
Un beso

Mis labios esbozaron una sonrisa al leer aquella nota. Encendí la cafetera, rebosante de líquido marrón, y me dirigí hacia la mesa. Me dejé caer sobre una silla y enchufé la radio. Me molesta que no haya ruido, cuando estoy acostumbrado a él. Comencé a rebuscar entre las emisoras, embargado por el hastío matutino. Pero no encontré aquella que anhelaba oír: La emisora de su voz. Tardé un rato en dignarme a levantarme y buscar por el azucarero. El café estaba hecho. 
Le faltaba un poco de chicoria, pero no estaba mal.

1 comentario:

  1. Lucía, tu admiradora secreta18 de agosto de 2010, 5:09

    Ville, ¿cómo lo soportas?.¿Cómo puedes desperdiciar tu gran talento, en ese antro de perdición?. Ni siquiera esa gentuza es capaz de apreciar la belleza exquisita de tu música.
    Oh,cariño, tu perteneces a las ligas mayores.Ese no es lugar para tí, amor mío.

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