miércoles, 25 de agosto de 2010

El mar se lo llevó

Resuenan en mis oídos unas notas agudas y suaves, intermitentes, que se agrupan de vez en cuando. Tímidas, parecen esconderse entre los recuerdos que residen en mi mente, intentando que hurgue en ellos. Reconozco casi al instante a la causante, quizás a fuerza de asociarla con aquella melodía. Entreabro los ojos. Posados sobre mis labios, otro par, rojos como el filo de una navaja manchado de sangre, se deslizan hábilmente, jugueteando con mi lengua. Unas manos, provocando resplandores verdosos en mi retina,  recorren mi torso de arriba abajo, con suavidad.  Mechones de cabello pelirrojo caen a ambos lados de mi rostro, ocultándome del exterior. Abro por completo los ojos. Aparto mis labios de los suyos, provocando un leve chasquido. Ella apoya su frente contra la mía y me mira con sus inmensos ojos azules.

-¿Ya has despertado, mi bello durmiente?-ríe, mientras se convierte en humo, que retrocede, acercándose a la orilla del mar.

Miro a los lados, intentando cerciorarme de dónde estoy. Es una playa, con la arena completamente blanca, casi como si fuese sal. Unas enormes montañas de rocas nos separan de la civilización, ocultándonos en un rinconcito acogedor. Me palpo la ropa. Mi cuerpo entero está empapado de agua marina.

-¿Me estabas haciendo el boca a boca?-le pregunté.

Ella negó con la cabeza sonriendo, cogiendo unas algas de la orilla para atar su melena.

-Que va, ya respirabas cuando te encontré. Solo…te besaba.-sus ojos emanan un leve esplendor.-Añoraba tus besos.  

-Y yo los tuyos.-humedezco los labios, sintiendo todavía el regusto de su boca.

-¿Has seguido mi consejo?-se giró para mirarme, inquisitiva mas tierna a la vez.

-Lo intenté. Pero he mirado por todos sitios al despertarme y no he encontrado la brújula.

Christine suspiró, mientras recogía unas conchas para adornar su cabello, recogido en un moño, dejando entrever su voluptuoso cuerpo desnudo. Las gotas de agua que corrían por sus curvas relucían como si fuesen perlas.

-Ville, mira en el bolsillo de la americana.-me ordenó.

Aunque hacía unos días, cuando me la había dado, había rebuscado allí, volví a hacerlo. Para mi sorpresa, en el bolsillo izquierdo, justo encima de mi corazón, se encontraba la brújula de madera.

-¿C…Cómo es que no puedo verla cuando me despierto?

-Piensa un poco, Ville. Si la tuvieses, se la enseñarías a tus amiguitas y a tus amiguitos, y ellos te preguntarían de dónde la has sacado. Te conozco lo suficiente para saber que les dirías la verdad y te tomarían por loco.-frunció el ceño.

-No creo que lo hiciesen.-susurré para mí mismo, admirando la flecha.

El negro vapor en el que ella se convirtió, volvió a acercárseme, materializándose en mi pecho, donde ella apoyó el oído, aferrándose a mis costados.

-Eres tan ingenuo en el fondo.-susurró.-En estos tiempos no puede uno fiarse de nadie, y tú te fías del primero que te trata decentemente.-me besó encima del esternón suavemente.-Hacerte daño es tan fácil como romper un cristal.

Tragué saliva, perdiendo la vista en el mar. La verdad es que tenía razón. Si no lo fuese, él no habría provocado mi intento de suicidio. Solamente dos palabras, cortantes, o una mera acción eran capaces de desarmarme por completo. Quizás ese era el motivo de que Christine fuera mi onírico ángel custodio. Ella seguía abrazada a mí, acurrucándose en mi pecho, gruñendo levemente de placer.

-Hacía tiempo que no escuchaba tu corazón.-me confesó, entre murmullos que sonaban como cantos de una sirena.-Lo echaba de menos.

-Y él a ti.-sonreí, acariciándole la melena.

Erguió la mirada, sintiéndose halagada. Intenté dedicarle una de mis miradas más sinceras, pero ella se limitó a clavar sus ojos en un punto fijo de la arena, oyendo atenta aquellos latidos, como si fuesen la melodía más intensa.

-Echo de menos también el tuyo, Christine.-susurré en su oído.-Déjame escucharlo.

Justo cuando le dije eso, se convirtió de nuevo en humo, para alejarse de mí y aparecer entre la orilla y yo, de rodillas, cabizbaja. Me arrodillé igualmente y gateé hacia ella, preocupado.

-¿Qué pasa, cielo?

Se mordió los labios, sin atreverse a mirarme.

-No tengo corazón, Ville. Hace tiempo que no lo tengo.

Le besé en la frente, algo desconcertado por sus palabras. Quizás eso explicaba que no se lo hubiese visto la última vez que había soñado con ella. Se atrevió a alzar la vista de sus enormes ojos azules como el mar, y poder clavarlos en los míos.

-Podría hacer algo, pero eso significaría engañarte.

-¿El qué?-pregunté.

-Podría…introducir mi mano dentro y golpear, imitando el sonido. No es lo mismo, pero…

Tomé su rostro entre mis manos. La primera vez que notaba a Christine nerviosa, quizás la primera y última. Junté mis labios con los suyos durante un brevísimo espacio de tiempo, antes de susurrar mi respuesta.

-Hazlo.

Ella, resignada, colocó sus dedos blanquecinos en los laterales de mi cabeza, acercándola a su pecho desnudo. Apoyé allí el oído, como lo había hecho ella con anterioridad. Efectivamente, no escuché nada. Christine introdujo su mano por su espalda, tal si fuese una marioneta, y comenzó a golpear las costillas con el puño. Cerré los ojos, concentrándome en el ritmo y la intensidad de aquellos golpes. Imitó incluso los movimientos de una respiración, para que sintiese cómo mi cabeza los seguía, alejándose y acercándose. Christine había recurrido al engaño como última opción para hacerme feliz. Me quebré la cabeza largo rato, pensando en las sinceras palabras que salían de mis labios y que muchas musas no creían. Argumentaban que era por tener a otras. Y creían que también las engañaba, que los latidos acelerados de mi corazón cuando me rozaban con sus manos, cuando me susurraban al oído, cuando me decían que me querían como yo a ellas, eran fingidos, provocados, como lo hacía Christine. Suspiré profundamente, apretando los párpados.

-A veces me pregunto cómo soy capaz de querer a tantísimas personas al mismo tiempo.

Ella no dudó ni un segundo en contestarme.

-Eso es porque tu corazón-lo señaló con el índice.-está dividido en pedacitos tan pequeñitos que cada uno es capaz de amar a una persona de una forma especial.

Recordé las palabras de aquel que me había dejado, por el que casi llego a suicidarme. Decía que me quería solo para él, que quería que nos comprometiésemos. Me mordí los labios, dejando que un par de lágrimas se escapasen.

-Hay gente que no le gustan esos pedacitos. Que quiere que esté entero para poder  amar solo a una persona.

-¿Pues sabes lo que te digo? Que ellos se lo pierden.-respondió Christine, con ira por saber a quién me refería.

-¿Qué pierden?

-Te pierden a ti.-me miró desde arriba, de reojo, acariciándome la cabeza.-Cuida de ellos, Ville, cuida de tus musas, dales todo el amor que les has dado siempre, como me lo has dado a mí en su día, adóralas, protégelas, y no arriesgues a todos esos que te quieren tanto por uno que no te entiende.

Asentí débilmente, con la música de fondo de los golpes rítmicos de su puño contra las costillas. Erguí suavemente la cabeza, sentándome a su lado. Esta vez, ella apoyó la suya en mi hombro, mirando el vaivén de las olas hipnotizada.

-Christine…-susurré, algo inseguro por preguntárselo.- ¿Por qué no tienes corazón?

Ella no desvió la mirada ni un segundo del océano.

-Porque el mar se lo llevó. El mar se lo llevó.

2 comentarios:

  1. Lucy entre las sombras28 de agosto de 2010, 18:48

    Estoy un poco celosa de ella, pero creo que no se puede competir con un ángel.¿Competir dije?.¡Oh, por Dios, ni siquiero te conozco personalmente como para pretender luchar por tí. Lo siento. Creo que de alguna manera comprendo a Marco, y también creo que Christine me debe estar odiando por lo que estoy diciendo, jaja. Pero supongo que tiene razón, debes cuidar a tus musas, cuidándote a tí mismo.Haciéndote daño, les haces daño a ellas.
    Ah , me olvidaba la otra noche no fuí a verte a la taberna, pués no encontré a alguien lo suficientemente valiente para acompañarme. Amigo, el bar donde trabajas está en una zona bastante jodida como para que una mujer de digna reputación, como creo considerarme, ande circulando sola por allí. Pero trataré de que alguien conocedor esté dispuesto a acompañarme una de estas noches. Quiero dejarme embrujar de nuevo y entregarme completa a tus bellas melodías.Pero no te garantizo que me deje ver. Sólo estaré ahí para admirarte. Solo por ti, me arriesgaré a ir a ese lugar.

    ResponderEliminar
  2. Sencillamente .... GENIAL VILLE .... YO QUIERO SER TU MUSAAAAAAAAA !!!!!!!!!! <3

    ResponderEliminar